Llevamos unas semanas en cuarentena* (de pronto el mundo entero se ha detenido, o eso parece) y como sabemos, ESTO TAMBIÉN PASARÁ, por lo que en breve saldremos de casa, o eso esperamos.
Mientras tanto ¿qué podemos hacer?
Si no prestamos atención al presente, y no aprendemos debidamente de estos días, volveremos a nuestras rutinas, a trabajar sin cesar, a envolvernos en el tráfico de los desplazamientos, en la rutina del día a día, en las mil de demandas externas.
El tiempo que ahora tenemos sin obligaciones, para estar con nosotros mismos, para estar con los nuestros – si es el caso, para el descanso, para el juego, para el aburrimiento y lo que de ello pueda surgir, ya no estará… entonces, te has puesto a pensar si ¿estás aprovechando de este tiempo? o ¿lo estás desperdiciando?
Ésta es una idea que últimamente tengo muy presente y diría que hasta me tiene preocupada.
Y es justo aquí en donde tengo que hacer un STOP.
No dejo de escuchar-me diciendo:
Si pudiera salir…
Si pudiera ir…
Si pudiera estar…
Y todo esto esta bien (o no). Es un buen entretenimiento para “Lucy**” nuestra mente mas primitiva que requiere previsión, control; pero ¿qué pasa con el AHORA?
A mi me ha tocado esta cuarentena fuera de casa, estando de visita en mi tierra, en casa de mis padres y mis hermanos; dejando muy lejos, al otro lado del charco, a mi hogar, a mi pareja y a nuestro pequeñito peludo de 4 patas.
La rabia, la incertidumbre, la frustración, me han tenido amargada, encerrada en mi misma, haciendo responsable de ello a las circunstancias, a las restricciones de movimiento, al mundo entero; quizá , sin ponerle luz a la verdadera emoción que había como trasfondo: el MIEDO. Miedo a lo desconocido, al poco conocimiento de la enfermedad en sí, a su forma de propagación/prevención, a la posibilidad de encontrarnos de cara con la muerte, propia y/o de los nuestros.
Hasta que una conversación con mi querido amigo Juan Ignacio me dio una pequeña sacudida que me hizo reflexionar (como siempre)…
A pesar de todo y con todo, quien me diría que después de mas de 20 años, desde que me fui y empecé mi aventura al otro lado del charco, volvería a vivir en casa con mis padres y mis hermanos, como cuando éramos pequeños, sin tener las prisas de entrar y salir por ir a trabajar o tener que hacer cosas atendiendo los compromisos sociales, el afuera; compartiendo como una mas de la casa y no como la visita de 3 semanas; volviendo a ser hija y hermana, con las obligaciones y deberes que ello conlleva; viviendo con ellos y no simplemente estando con ellos. ¿No es acaso una maravillosa suerte? ¿Una oportunidad única?
Y ni que decir de mi familia… este tiempo de distancia nos regala el vernos desde otro lugar; echándonos de menos, con llamadas interminables, como la de los adolescentes cuando empiezan una relación; permitiéndonos que el periodo de adaptación al “encierro” lo tomemos a distancia, sin que ello nos pase factura, al menos directamente (desahogos de la frustración y demás emociones antes mencionadas) ¿No es acaso una suerte?
Fue entonces, abriendo los ojos, apreciando las bendiciones recibidas, sabiéndonos bien cuidados, dejando atrás el estado de amargura y enfado en el que me encontraba, que pude aprovechar lo que se me está presentando.
Disfrutamos conversaciones de sobremesa como cuando éramos niños, pero esta vez con conversaciones mas adultas; compartimos tiempos de risa, de bailes, de hacer “el tonto” sin más, de cocinar rico, de pelearnos por a quien le tocaba limpiar; de hacer ejercicios obligada por mi hermano (que pocas ganas de hacerlo pero si de estar con él), de aprender a jugar con la Play Station (cuadrado, circulo; cuadrado circulo; equis; triangulo, morí, jajaja), de maratones de series y películas, de hacer Tik Toks; de lanzar mi emprendimiento a las RRSS (desafío total), y un largo pero muy largo etc.
De conversaciones largas con mi pareja; de fotos, videos y videollamadas para saber de él, de nuestro chiquito y de la familia; de juegos, retos, risas y lágrimas de complicidad y añoranza; con la certeza siempre de que pronto volveremos a estar juntos.
¡Cuánto movimiento! ¡Cuánto aprendizaje!
Si pudiéramos poner en marcha la máquina del tiempo, y hacer éste pasar, estando ya en tiempos de “normalidad” ¿habría algo de lo que arrepentirse, de no haber aprovechado, algo que pudimos hacer y no lo hicimos? Espero que no.
Estas a tiempo de hacer aquello que has dejado para luego y que ahora las circunstancias te permiten: ese abrazo a tus padres, tu pareja, tus hijos; esas fotos que inmortalicen esos momentos de compartir; esos juegos de mesa desempolvados; esos bailes a-rítmicos, solo dejándote llevar; esas travesuras y ocurrencias que tenias de niñ@; ese libro que no terminas de leer; esa meditación que querías probar; esa conversación pendiente… contigo.
Estas a tiempo… Aprovéchalo.
* Este artículo fue escrito al inicio de la pandemia, por abril del 2020
**Lucy: al esqueleto del homínido de la especie Australopithecus afarensis posiblemente mas antiguo encontrado casi completo.
#PermíteteSerFeliz
Mayo, 2021