Acabo de vivir una de las sensaciones mas maravillosas que los seres humanos podemos experimentar y quizá muchos estemos buscando vivir permanentemente… disfrutar de una sorpresa llena de Felicidad.
Por primera vez, después de muchos, muchos años, existía la posibilidad de recibir una visita que había anhelado toda mi vida, desde que decidí dejar mi querida tierra y aceptar la invitación calurosa y amorosa que me brindó ésta, en la que ahora resido y que también ya forma parte de mi Camino.
La posibilidad de que viniese existía, pero por circunstancias externas, ésta no se iba a dar en los días próximos, ni en los siguientes meses, y quien sabe cuántos años mas… o eso pensaba yo.
Intenté no hacerme ilusiones, no crearme expectativas, pero al final no lo conseguí y al “confirmar” que no se daría, fue como darme de bruces con la realidad, apareciendo en mi el enfado, la rabia, la frustración, la impotencia, el juicio, la desilusión, la decepción. Era muy consciente de todo lo que estaba sucediendo en mi… lo intentaba canalizar y quizá al final lo conseguía, pero ello no evitaba todo lo demás… tristeza, dolor… ¡Ay que berrinche me pegué!
Y todo esto mientras estaba, a su vez, disfrutando de una escapada en familia y con amigos.
Solo podía aceptar lo que se estaba dando. En estos casos siempre me repito “Por algo será”, “Algo mejor vendrá” e intento soltar y seguir adelante… pero confieso que esta vez me resultaba muy difícil.
Y ya de vuelta, imaginando de alguna forma “lo que hubiese vivido si…”, lo cual me mantenía en la tristeza con una pequeña dosis de nostalgia y depresión (como no, si seguía atada al pasado inexistente) llegó ese “Algo mejor vendrá” en forma de sorpresa… la visita tan anhelada llegó… Era ella quien me esperaba a mi, y no yo a ella.
¡WOW!
Mi cara todo un poema, y mi llanto la canción de fondo.
No hay forma de explicar todo lo sentido y vivido en ese momento y días posteriores… un batiburrillo de sensaciones, emociones, sentimientos, pensamientos me invadían constantemente… y aunque muy muy feliz (cada foto de cada momento da fe de ello… nunca me había visto con esa sonrisa… muy diferente a las demás) podía a su vez sentir mucho miedo… si, si… MIEDO… miedo a perderme de algo, a no disfrutar todo lo que estaba viviendo, quizá hasta vergüenza por tanta felicidad. Apareció el merecimiento y el cuestionamiento a estar recibiendo tanto.
Quizá no lo estoy haciendo tan mal – me decía – ¿Será una forma de saberlo?
No hubo momento desperdiciado (cosa que luego pasó factura… este cuerpo necesita mas movimiento para mantener ese ritmo) y sí mucha consciencia de lo que estaba viviendo, minuto a minuto… o al menos lo intentaba constantemente.
Pero como dice la canción Todo tiene su final y ésta no fue la excepción.
Llegó la despedida y con ella otro momento de revolución emocional… la alegría por lo compartido, la tristeza por la partida, aunque siempre el anhelo e ilusión por que ello se repita. Vamos, lo normal que solemos experimentar en este tipo de ocasiones.
Sin embargo, esta vez para mi fue diferente.
De regreso a casa, en un largo camino conmigo misma, pude percibir el Dolor del Amor… sé que lo he sentido anteriormente, pero nunca con tanta consciencia como ahora.
Amar es una emoción maravillosa, un sentimiento que nace y crece, quizá sin que podamos controlarlo; simplemente aparece y se da sin mas. Incondicional, puro, sencillo, honesto, humilde, pleno, sincero, ese que nos abre en canal y nos deja al descubierto sin protección, sin limitación.
Solía poner mi atención en su cara bonita, la alegre, la que nos emboba, la de la sonrisa de oreja a oreja. Sin embargo, esta vez pude percibir su otra cara, esa que de tanto sentirla duele… por ahora no puedo describirla de otra forma… sencillamente duele.
Ojo que esta sensación de dolor no tiene que ver con la pena, en este caso por la despedida.
Hablo de la sensación de sentir tanto Amor, pero tanto, tanto, que llega a doler… quizá como cuando nos pasamos mucho rato riendo que termina por dolernos la cara. Es como si el corazón creciera rebosante y no tuviera cabida en el limitado espacio del pecho en el cuerpo; y, aunque gratificante, duele.
Sinceramente, no hay palabras que lo puedan describir… es cuestión de percibirlo, sentirlo, vivirlo.
Y todo ello me hizo reflexionar y pensar, quizá entender, a aquellos que no se permiten sentirlo, que lo rehuyen, que lo esquivan, que lo tapan, que lo bloquean. El Amor puede doler… por muchos motivos, por muchas razones, por muchas circunstancias…
Es una moneda con dos caras… la cara mas bella es la que solemos tener presente… la del amor filial, la familiar, la de los enamorados, donde todo se ve de color rosa, como andando entre motitas de algodón, la de los amigos, etc, la que nos deja sin palabras y donde cobran protagonismo los gestos, las miradas, los suspiros; pero también esta la cara un poco mas oscura, la que de tanto amar duele, la de los miedos a la separación, a la pérdida, a lo finito.
Sin embargo, TODO, absolutamente TODO vale la pena… y con ello es con lo que me quedo… finalmente la tristeza de la partida podrá irse poco a poco calmando y tomando su lugar, volviendo la mirada hacia atrás y recordando cada momento, cada sonrisa, incluyendo algún que otro enfado tonto, recordando lo aprendido, lo compartido, lo vivido.
El Amor puede doler, sí, pero vale la pena vivirlo, sin duda.
#PermíteteSerFeliz
Mayo de 2022