ADVERTENCIA: este artículo, como todos, en realidad, recoge lo que yo traigo, a título muy personal y particular, que puede ser entendido y/o compartido o no con otr@s.
El desarrollo de la Sociedad, en términos de crecimiento, al menos como yo la veo, se da en base a dos pilares básicos y fundamentales; sin alguno de estos dos elementos la Sociedad no existiría, no habrían elementos que la conformaran. Me refiero al Hombre y a la Mujer, a la Mujer y al Hombre.
Pertenezco a una familia, cultura, sociedad, en donde el machismo se respiraba de forma ordinaria, cotidiana. Por lo menos en mi entorno, no se definía como “machismo” per sé sino simplemente porque las cosas eran así, sin mas. Nací y crecí envuelta dentro de estos parámetros o condicionamientos a los que en general no creo que me resistiera mucho, los tenía hasta en la sopa (en las novelas de medio día, por ejemplo). Pero si ello me tocaba directamente, asomaba la sensación de “injusticia”:
“Hazle la cama a tu hermano.
¿Porqué?
Porque él es hombre y eso es cosa de mujeres.»
Éste es un ejemplo de mandato con el que crecí y ante el que me solía rebelar, a mi manera. Mi suerte fue que mi madre, nunca nos lo inculcó (al menos de forma directa, aunque sí con su ejemplo pues ella los seguía) y ello me daba margen para protestar y no simplemente acatarlos, aunque haya sido de forma muy superficial, la que en ese momento me podía permitir.
Durante mi época universitaria, el concepto de Feminismo empezó a aparecer con mayor presencia. No era algo que especialmente me llamara la atención. Lo veía como un movimiento reivindicador, que, para ser honesta, podía hasta cierto punto entenderlo, pero no del todo comprenderlo. Quizá por desconocimiento, desinterés, comodidad, ¿mandato?.
Pensar en ello me suscitaba llegar siempre a la misma conclusión:
“Si lo que se pretende es la igualdad, ¿porqué es necesario exaltar y exacerbar el rol de la mujer frente al hombre?” “¿No estamos así, acaso, pretendiendo igualdad sobre la base de otra desigualdad?”
Lo percibía como una pelea contra los hombres, poniéndolos como los malos de la película desde una generalidad: TODOS.
Ello no me encajaba.
¿Cómo entender esto y además aceptarlo si mi padre, abuelos, hermanos, tíos, amigos, etc son también hombres? ¿Es que debo pelear con todos ellos?
Lo cierto es que entre mi falta de interés y la verdadera comprensión del tema, no me era fácil llevar esta “disputa” a cuestas, así que opté por la posición mas cómoda para mi: oír y callar; ni a favor ni en contra.
Hoy, reflexionando sobre este asunto, puedo ver/sentir la fuerza que tienen los Mandatos del Sistema, sobre todo del Familiar, aquellos que heredamos, que nos vienen impresos en el ADN, con el que nacemos, con el que crecemos; estos mandatos están porque básicamente buscan la continuidad, la existencia y permanencia del Sistema. Estos mandatos no están para ser cuestionados. Aquél que se atreva, corre grave riesgo de ser expulsado del Sistema, y entonces llegamos a la cuestión: ¿Qué es el ser humano sin Pertenencia? – tema que da para otra reflexión.
Quizá, y aun cuando pueda sonar a justificación, aunque no lo pretende, todo ello podría estar respondiendo, de forma inconsciente, a la fuerza de los mandatos de los Sistemas (empezando por el Familiar) a los que pertenecía. Aceptar estar del lado Feminista implicaba, ir en contra de ellos, siendo desleal a los míos, a mi clan, a mi Sistema. Ello no podía ser de manera alguna, mas aun si por entonces llevaba a cuestas el rol de hija, nieta, hermana, sobrina, compañera “ejemplar”.
Sin embargo, muchas veces (¿o es siempre?) requerimos encontrar nuestra individualidad, apartarnos de aquello que no nos hace bien, aunque ello vaya en contra del Sistema al que pertenecemos, para poder encontrar y/o seguir nuestro verdadero Camino, siendo fieles, a nada ni a nadie mas que, a uno mismo, aunque ello signifique apartarnos del Sistema.
Ha sido, y sigue siendo para mi, a día de hoy, a base de trabajo personal, todo un reto escoger dar un paso al lado, apreciar la visión sesgada de las cosas desde los mandatos del Sistema, alejarme de él, para tener desde una perspectiva mas amplia y encontrar coherencia entre lo que es y lo que siento que debe ser.
Hoy soy capaz de ampliar mi mirada, y ver la dureza del rol de la mujer en nuestra Sociedad, de ver las diferencias familiares, culturales, sociales impuestas y que requieren ser consideradas y equiparadas en esfuerzo y valor empezando en una misma, para luego ser reconocidas y reivindicadas frente a los demás.
Se necesita ampliar nuestra visión y conciencia (de Hombres y Mujeres, de Mujeres y Hombres) frente a la existencia de la conciencia de igualdad. Pero esta tarea no es nada fácil si, partiendo desde mi experiencia personal, por ejemplo, primero toca ampliar la mirada en uno mismo/una misma y ver mas allá de lo aprendido y visto durante toda la vida, incluyendo las generaciones que nos precedieron, para poderlo cuestionar, posicionar y reivindicar.
Hombres y Mujeres no somos iguales, y he allí la riqueza de nuestra especie. Somos diferentes, individuales, singulares y como tales somos piezas de engranaje que conforman la Sociedad que se requieren unidas para que ésta siga creciendo y se desarrolle.
Hombres y Mujeres somos iguales, somos seres humanos conformados por un cuerpo, una mente, emociones, sensaciones, sentimientos que afloran sin control por nuestra esencia humana compartida, aunque cada quien con su matiz, por género, por grupo, por individuo.
Me ha costado mucho entender la necesidad de la existencia de un movimiento reivindicador. Aun existen mucha visión estrecha de la situación, mucho mandato fuertemente encarnado que requiere ser removido de forma consciente hasta calar en nuestro inconsciente.
Celebrar o no celebrar la existencia de este día no creo que sea el quid de la cuestión. Quizá lo importante sea como tomar la celebración del día, que hacer a propósito de su reconocimiento (ya que lo tenemos).
Que lo celebre quien quiera hacerlo y quien no, pues… se respeta.
Feliz de Ser Mujer
#PermíteteSerFeliz
Marzo 2022